sábado, 11 de enero de 2025

Los ajos y su riego

El ajo es uno de los alimentos más utilizados en la dieta mediterránea, debido no solo a su sabor sino también a sus numerosas propiedades. Es un buen conservante para el alimento y, entre otros muchos beneficios, tiene propiedades antibióticas, es decir, nos ayuda a proteger a nuestro organismo de las infecciones.

El cultivo de ajos es una práctica ancestral que ha perdurado a lo largo de los siglos debido a su versatilidad en la cocina y sus beneficios para la salud. Sin embargo, para obtener una cosecha exitosa, es crucial entender cuándo y cómo se plantan y riegan los ajos. En esta entrada exploraremos la frecuencia y los métodos óptimos para el riego de los ajos, así como el cómo y cuándo plantarlos, asegurando un desarrollo saludable y una cosecha abundante.

Dientes de ajo para plantar.

Cabezas de ajo recolectadas.

El ajo es una de las plantas más sencillas de cultivar, ya que apenas necesita cuidados, y se puede plantar en un terreno pequeño. De hecho, es ideal para aquellos que quieran iniciarse en el mundo de la horticultura. Pero que sea cultivo fácil no significa que no haya que tener en cuenta algunos factores importantes para conseguir una buena cosecha, como por ejemplo a qué distancia se siembra el ajo, en qué meses, cómo se riega o cómo se recolecta y se conserva.

Antes de saber cómo plantar ajos, debemos conocer que hay dos maneras de hacerlo: con semillas o plantando directamente los dientes del ajo. No obstante, lo más fácil y habitual es plantar ajos sin semillas, es decir, enterrando los dientes de ajo.

Para plantar un diente de ajo, el primer paso es preparar y acondicionar el suelo pues, aunque el ajo no sea un vegetal especialmente exigente, contar con un suelo fértil, contribuirá a que el cultivo sea exitoso y de calidad. Debemos elegir un lugar con mucho sol, ya que es muy beneficioso para la planta, pero tampoco debe exponerse al calor excesivo.

Para efectuar la plantación utilizaremos los dientes de ajo, se recomienda utilizar los ajos de anteriores producciones, eligiendo los mejores, los de mayor tamaño y los que no estén picados.

Normalmente la siembra, (en España),  se lleva a cabo en los días más fríos del año, entre noviembre y enero. El ajo blanco se suele plantar en noviembre y el morado en diciembre o en enero.

Si es una superficie pequeña la siembra se realiza a mano, colocando un diente de ajo a una profundidad de entre 2 y 3 centímetros, con la  punta del diente hacia arriba para evitar que se deforme el comienzo del tallo que es donde va a crecer el bulbo. El marco de siembra  es de surcos separados 40 cm y 15 cm entre plantas, como es lógico este marco de plantación se puede ampliar, no siendo recomendable disminuirlo.

El ajo, en la meseta castellana, es una planta que tradicionalmente se ha plantado en secano, ya que es una planta mucho más preparada para defenderse de la sequía, que del exceso de agua.

Es por tanto una planta que tiene lo suficiente para prosperar con una climatología escasa en lluvias, lo cual no quiere decir, que si es posible, no agradezca recibir algún riego, mejorando de esta forma tanto el tamaño como la calidad de sus bulbos.

La cantidad y calidad del ajo dependerá de los ciclos de riego y sequía a que esté sometida la planta. Con mayores espaciamientos entre riegos, fomentamos un mayor desarrollo de las plantas, pero las cabezas de ajos, serán más pequeñas y el rendimiento será menor. Con riegos frecuentes aumentamos el rendimiento, pero a costa de la calidad del producto.

El sabor y el olor del ajo dependen de la disponibilidad de nutrientes, (azufre, calcio, nitrógeno, selenio…), y del “clima” de lluvias al que le hayamos sometido, a mayor sequía sabor más concentrado.

El riego de los ajos dependerá en gran medida de las condiciones climatológicas y del tipo de suelo en el que se cultiven. En general, los ajos necesitan un suministro constante de agua para un crecimiento óptimo, pero es fundamental evitar el encharcamiento, ya que esto puede provocar la pudrición de los bulbos.

La mejor forma de regar la planta es la que consigue llevar la humedad debajo de sus raíces, pero mantiene en lo posible seco su bulbo, algo que es complejo, porque las raíces del ajo son muy superficiales. Por tanto, es una planta ideal para regar a pie de surco sembrando la planta en el alto del surco, ya que esta práctica consigue humedecer la zona donde crecen las raíces sin casi humedecer la superficie de la tierra donde crece la planta.

El goteo próximo, pero a cierta distancia de la planta, también será una forma eficaz de regar el ajo, siendo el método menos adecuado, el riego por aspersión, pues en este caso inevitablemente, vamos a mojar la planta que está poco preparada para combatir los hongos.

Por ello los riegos los efectuaremos poco abundantes y frecuentes o más abundantes y distanciados según sea, más o menos adecuada nuestra forma de regar, buscando mantener seco, el más tiempo posible, la superficie del suelo donde crece la planta.

A la hora del riego también influye el tipo de suelo, el suelo arenoso, drena mejor y seca antes la superficie, por lo tanto admite riegos más abundantes, en cambio las tierras arcillosas, forman más fácilmente charcos y mantienen durante más tiempo el terreno saturado de agua, por lo que los riegos han de ser más comedidos y distanciados.

Como norma general, en la fase de plantación y enraizamiento, es importante mantener el suelo ligeramente húmedo para fomentar el desarrollo de las raíces. Será recomendable regar los ajos de manera suave y regular, evitando el exceso de agua que pueda saturar el suelo.

A medida que los ajos comienzan a desarrollar su follaje, crecimiento vegetativo, es de vital importancia mantener un equilibrio adecuado de humedad en el suelo. Por lo general, se debe regar cada 5 a 7 días, ajustando la frecuencia según las condiciones climáticas. Si el suelo se siente seco al tacto, es hora de regar nuevamente.

Durante la etapa de formación de bulbos, es fundamental reducir gradualmente la cantidad de agua que se aplica al cultivo a través de los sistemas de riego. Esto ayuda a concentrar los sabores y a prevenir enfermedades relacionadas con el exceso de humedad. Regar cada 10 a 14 días suele ser suficiente durante esta fase, siempre monitoreando de cerca la humedad del suelo.

Debemos de tener en cuenta que a más riegos, más proliferan las malas hierbas, por lo que periódicamente, pasaremos la azada escardando de malas hierbas el espacio entre los ajos.

Si por motivos de sequía se le ha aplicado riego al cultivo, el momento adecuado para cortar el riego y dejar de aplicar agua es cuando las hojas comienzan a amarillear un poco por las puntas, dejando atrás el verde. En general, el riego se debe cortar tres  o cuatro semanas antes de que se vayan a recolectar los ajos, para que con el calor no se humedezcan demasiado al estar bajo tierra, concentrando así su sabor.  

Diferentes tipos de flor del ajo.

Una observación a tener en cuenta es que en cuanto la planta empiece a dar flor, se recomienda cortarla, ya que de lo contrario la planta impulsará todos los nutrientes hacia la flor, en detrimento del bulbo que se desarrollará más pequeño. Este brote de la flor es comestible y se puede consumir en ensaladas, de hecho, en muchas partes se considera una delicia.

Es aconsejable que a mediados de primavera (unos 20 días antes de su recolección y después de cortar la flor, si es aconsejable, procedamos a anudar los tallos, de este modo, la energía volverá a canalizarse en el bulbo lo que provocará que aumente el tamaño de las cabezas. Y cuando veamos que tres cuartas partes del follaje amarillean, será el momento de cosecharlos.

Saber cuándo recolectar los ajos es importante para recogerlos en el momento óptimo de maduración. Así mismo también es importante saber cómo recolectarlos para evitar que sean dañados.

Para comenzar debemos saber, como he dicho anteriormente, que la fecha más frecuente de plantación de los ajos es en otoño, desde octubre hasta finales de diciembre, y los meses de recolección del cultivo de los ajos se dan en los meses de mayo y junio, cuando las hojas se han marchitado.

Hacia finales de mayo o junio, de acuerdo con la fecha de siembra los riegos y la climatología, pero ya en días muy secos para que el bulbo desprenda la tierra sin dificultad, se recoge la cosecha. Como las raíces son someras los ajos se arrancan con cierta facilidad tirando del tallo, o dando un golpe de azadón, lo habitual es dejarlos, unos dos o tres días, todos ellos extendidos sobre el propio suelo que se han criado, para que el sol termine de secarlos. Posteriormente o bien se guardan colgados en manojos, o se hacen “ristras”, quizá la mejor forma de conservarlos, o bien se les corta el tallo y se guardan a granel, de todas la peor forma de conservarlos.

Para que el ajo mantenga su sabor, textura y propiedades nutritivas durante el mayor tiempo posible, debemos conservarlo en las mejores condiciones posibles. Esto nos ayudará a obtener los mejores beneficios y propiedades, ya que son muchas las ventajas de este alimento. Por lo tanto para su conservación deberemos de:

·      Evitar mantener los ajos en zonas húmedas y mucho menos en el frigorífico. Esto lo que hace es reblandecerlos y propiciar que se pudran con más rapidez, así que termina con la tradicional forma de conservar ajos en el cajón de las verduras de tu frigorífico.

·      Busca siempre un sitio oscuro y seco para guardar tus ajos, estas son las condiciones esenciales que necesitan para conservarse de forma correcta. Verás cómo te duran mucho más sin pudrirse y además conservarán todas sus propiedades.

·      Puedes usar un conservador de ajos. Estos recipientes, creados de forma especial para mantener la calidad del ajo, son la mejor opción para conservarlos adecuadamente. Consiste en un pequeño tarro de cerámica con agujeros que permite mantener el ajo seco y oscuro, pero conservados con algo de aire para que no se sequen.

·    Si quieres crearte tu propio conservador, busca una bolsa de papel. Pon dentro los ajos, ciérrala y mantenla siempre en un sitio seco.

·    Cuando los ajos tengan manchas negras, tíralos. Significa que el ajo está mohoso y es perjudicial para la salud.

Por lo tanto, conservar los ajos no solo es práctico, sino que también maximiza su versatilidad y beneficios en el hogar.

Además de saber cómo y cuándo se siembran los ajos, hay algunas curiosidades que debemos conocer para optimizar su desarrollo en nuestro cultivo.

Por ejemplo, las asociaciones, las incompatibilidades y las rotaciones. El ajo es un tipo de hortaliza que por el tipo de hojas que tiene, no puede competir por la luz con las arvenses, un tipo de maleza que tiene que ser removida por desbroce antes de plantar el ajo.

En cuanto a las rotaciones, son buenos precedentes las patatas, las judías, las espinacas y los cereales. Por el contrario, no se deben plantar en tierras donde se acaben de cosechar puerros o cebollas.

Las asociaciones más aconsejables son las fresas, los árboles frutales y las lechugas. Sin embargo, las patatas, las coles y las alcachofas son malas compañías para los ajos.

En conclusión, saber cuándo se riegan los ajos es esencial para el éxito de su cultivo. Siguiendo estas pautas de frecuencia y técnica de riego, podremos garantizarnos un crecimiento saludable de los ajos y una cosecha abundante. Es recomendable la adaptación de la frecuencia de riego según las condiciones específicas de nuestro huerto, estando siempre atentos a cualquier señal de estrés hídrico en las plantas.

Conociendo a qué distancia se siembra el ajo, el tipo de suelo que precisa y otros secretos sobre este cultivo, conseguiremos sin problema una productiva cosecha para todo el año.

Frase del día:

No podrás nadar hacia nuevos horizontes si no tienes el valor de perder de vista la costa. ”

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