La clorosis férrica es una de las enfermedades más comunes entre las plantas de nuestro huerto o jardín. Esta enfermedad se produce cuando una determinada planta no obtiene la cantidad de hierro necesaria, lo que provoca diversos problemas e incluso puede acabar por provocar la muerte de la planta.
La clorosis férrica sería el equivalente a la anemia en el mundo vegetal: una planta tiene poco hierro y eso genera problemas.
Todas las plantas necesitan clorofila para poder llevar a cabo la fotosíntesis que les aporta energía. Para poder producir clorofila, necesitan tener acceso a hierro como uno de los nutrientes. Cuando este es insuficiente, la planta empieza a amarillear por su incapacidad de mantener la producción de clorofila, que es lo que les da el color verde a las hojas. Este proceso es lo que se conoce como clorosis o clorosis férrica.
Las causas por las que la planta puede presentar clorosis son muy variadas. El primer y más claro síntoma de la clorosis es la pérdida del color verde en las hojas de la planta. Cuando la hoja empieza a amarillear en el espacio entre nervios, pero manteniéndose el nervio principal verde, es muy probable que la planta esté sufriendo de clorosis.
Esta empezará con una pérdida leve de color, haciéndose más claro gradualmente hasta acabar volviendo a las partes afectadas totalmente amarillas. Cuanto más tiempo lleve la planta afectada por las condiciones que le impiden absorber el hierro, más grave será su clorosis. Si los nervios de la hoja se muestran también amarillos significa que la clorosis ya es grave. A esto le seguirá la necrosis de la hoja entera, siguiendo luego a la rama y a la planta entera.
Es importante prestar atención a cómo está apareciendo la clorosis, ya que puede darnos pistas de cuál es el problema que la causa:
· Si la clorosis empieza a manifestarse en el amarilleamiento de las hojas más jóvenes, esto indica una falta de hierro.
· Si, en cambio, las hojas que amarillean antes son las viejas, es probable que la deficiencia sea más de zinc o manganeso.
Otras causas, muy comunes, de la clorosis en las plantas son:
· Las raíces están dañadas o insuficientemente desarrolladas.
· Que un riego excesivo haya encharcado el suelo, ahogando a la planta.
· Las temperaturas muy bajas también tienden a producir clorosis, ya que dificultan a la planta la producción de clorofila.
Otra de las razones por las que las hojas de nuestras plantas y árboles se vuelven amarillas puede ser la falta de exposición solar, pudiendo afectar incluso a los tallos, produciendo una decoloración y la aparición de unas manchas o rastros diferentes.
No obstante, y aunque puede sonar un poquito raro, la mayoría de las veces el problema no es que el sustrato en el que está sembrada la planta tenga falta de hierro (al contrario, este mineral es uno de los más comunes en la tierra). Lo que suele pasar es que, por un motivo u otro, la planta no es capaz de asimilar ese hierro.
Las razones más comunes por las que las plantas no pueden absorber este hierro son:
· Exceso de nitrógeno.
· Un suelo demasiado alcalino. (pH por encima de 7)
· Altas temperaturas.
· Exceso de otros nutrientes (exceso de zinc o cobre)
Los cítricos son unos árboles muy tendentes a padecer los síntomas de la clorosis siendo el limonero, uno de los árboles frutales cítricos más plantados en huertos y jardines que produce una gran cantidad de frutos y brinda un aroma exquisito al ambiente, uno de los más afectados por esta enfermedad que no requiere de cuidados especiales para su tratamiento.
Como en el resto de árboles la falta de hierro o clorosis férrica en los limoneros se manifiesta a través del cambio de coloración de las hojas, las cuales se vuelven amarillentas, pero conservando sus nervios de color verde, si este problema no se trata de forma oportuna y efectiva pude ocasionar la necrosis de la planta.
Tratar la clorosis férrica es muy sencillo, y dependiendo del motivo que la ha originado deberemos de aplicar una solución u otra:
Aplicación de quelato de hierro:
El quelato de hierro es una solución de hierro concentrado. Normalmente está disponible en microgránulos, y para aplicarlo solo tendremos que mezclarlo con el sustrato en el que está la planta sembrada. El quelato es de una fácil disolución y absorción por la planta.
Equilibrar el pH del suelo:
Si el problema está motivado por un pH alto deberemos de reequilibrar el pH del suelo. Para ello, mezclaremos compost con el sustrato, lo que además de regular el pH también le dará nutrientes orgánicos extra a la planta.
Otra opción para acidificar la tierra consiste en mezclar los primeros 25-30 cm. de tierra con AZUFRE EN POLVO. Dosis: 90 grs/m2. No produce una bajada de pH inmediata, sino que tarda varios meses en hacer efecto. La aplicaremos durante el otoño para que en primavera se note el efecto.
Deberemos de repetir este tratamiento a los 2 ó 3 años ya que los suelos calizos neutralizan el acidificante aunque a menudo es suficiente para aliviar la clorosis férrica.
Evita regar con agua muy dura:
En algunas zonas, el agua presenta un alto contenido de cal (lo que se denomina un agua con mucha dureza). Y este exceso de cal es el que hace que el suelo se alcalinice. Para ablandar, en lo posible, el agua podemos utilizar reductores de cal.
Utilizar abonos específicos:
Estos abonos aportan a nuestras plantas la mezcla exacta de nutrientes que requieren, lo que evitará que nuestras plantas acaben enfermando.
Asimismo, es conveniente regar adecuadamente, asegurándonos de que la tierra tenga un buen drenaje, el exceso de agua o un mal riego son factores que también contribuyen al amarilleo de las hojas.
Frase del día:
“ El ocio es la madre de la filosofía. Thomas Hobbes.”
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