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sábado, 11 de enero de 2025

Los ajos y su riego

El ajo es uno de los alimentos más utilizados en la dieta mediterránea, debido no solo a su sabor sino también a sus numerosas propiedades. Es un buen conservante para el alimento y, entre otros muchos beneficios, tiene propiedades antibióticas, es decir, nos ayuda a proteger a nuestro organismo de las infecciones.

El cultivo de ajos es una práctica ancestral que ha perdurado a lo largo de los siglos debido a su versatilidad en la cocina y sus beneficios para la salud. Sin embargo, para obtener una cosecha exitosa, es crucial entender cuándo y cómo se plantan y riegan los ajos. En esta entrada exploraremos la frecuencia y los métodos óptimos para el riego de los ajos, así como el cómo y cuándo plantarlos, asegurando un desarrollo saludable y una cosecha abundante.

Dientes de ajo para plantar.

Cabezas de ajo recolectadas.

El ajo es una de las plantas más sencillas de cultivar, ya que apenas necesita cuidados, y se puede plantar en un terreno pequeño. De hecho, es ideal para aquellos que quieran iniciarse en el mundo de la horticultura. Pero que sea cultivo fácil no significa que no haya que tener en cuenta algunos factores importantes para conseguir una buena cosecha, como por ejemplo a qué distancia se siembra el ajo, en qué meses, cómo se riega o cómo se recolecta y se conserva.

Antes de saber cómo plantar ajos, debemos conocer que hay dos maneras de hacerlo: con semillas o plantando directamente los dientes del ajo. No obstante, lo más fácil y habitual es plantar ajos sin semillas, es decir, enterrando los dientes de ajo.

Para plantar un diente de ajo, el primer paso es preparar y acondicionar el suelo pues, aunque el ajo no sea un vegetal especialmente exigente, contar con un suelo fértil, contribuirá a que el cultivo sea exitoso y de calidad. Debemos elegir un lugar con mucho sol, ya que es muy beneficioso para la planta, pero tampoco debe exponerse al calor excesivo.

Para efectuar la plantación utilizaremos los dientes de ajo, se recomienda utilizar los ajos de anteriores producciones, eligiendo los mejores, los de mayor tamaño y los que no estén picados.

Normalmente la siembra, (en España),  se lleva a cabo en los días más fríos del año, entre noviembre y enero. El ajo blanco se suele plantar en noviembre y el morado en diciembre o en enero.

Si es una superficie pequeña la siembra se realiza a mano, colocando un diente de ajo a una profundidad de entre 2 y 3 centímetros, con la  punta del diente hacia arriba para evitar que se deforme el comienzo del tallo que es donde va a crecer el bulbo. El marco de siembra  es de surcos separados 40 cm y 15 cm entre plantas, como es lógico este marco de plantación se puede ampliar, no siendo recomendable disminuirlo.

El ajo, en la meseta castellana, es una planta que tradicionalmente se ha plantado en secano, ya que es una planta mucho más preparada para defenderse de la sequía, que del exceso de agua.

Es por tanto una planta que tiene lo suficiente para prosperar con una climatología escasa en lluvias, lo cual no quiere decir, que si es posible, no agradezca recibir algún riego, mejorando de esta forma tanto el tamaño como la calidad de sus bulbos.

La cantidad y calidad del ajo dependerá de los ciclos de riego y sequía a que esté sometida la planta. Con mayores espaciamientos entre riegos, fomentamos un mayor desarrollo de las plantas, pero las cabezas de ajos, serán más pequeñas y el rendimiento será menor. Con riegos frecuentes aumentamos el rendimiento, pero a costa de la calidad del producto.

El sabor y el olor del ajo dependen de la disponibilidad de nutrientes, (azufre, calcio, nitrógeno, selenio…), y del “clima” de lluvias al que le hayamos sometido, a mayor sequía sabor más concentrado.

El riego de los ajos dependerá en gran medida de las condiciones climatológicas y del tipo de suelo en el que se cultiven. En general, los ajos necesitan un suministro constante de agua para un crecimiento óptimo, pero es fundamental evitar el encharcamiento, ya que esto puede provocar la pudrición de los bulbos.

La mejor forma de regar la planta es la que consigue llevar la humedad debajo de sus raíces, pero mantiene en lo posible seco su bulbo, algo que es complejo, porque las raíces del ajo son muy superficiales. Por tanto, es una planta ideal para regar a pie de surco sembrando la planta en el alto del surco, ya que esta práctica consigue humedecer la zona donde crecen las raíces sin casi humedecer la superficie de la tierra donde crece la planta.

El goteo próximo, pero a cierta distancia de la planta, también será una forma eficaz de regar el ajo, siendo el método menos adecuado, el riego por aspersión, pues en este caso inevitablemente, vamos a mojar la planta que está poco preparada para combatir los hongos.

Por ello los riegos los efectuaremos poco abundantes y frecuentes o más abundantes y distanciados según sea, más o menos adecuada nuestra forma de regar, buscando mantener seco, el más tiempo posible, la superficie del suelo donde crece la planta.

A la hora del riego también influye el tipo de suelo, el suelo arenoso, drena mejor y seca antes la superficie, por lo tanto admite riegos más abundantes, en cambio las tierras arcillosas, forman más fácilmente charcos y mantienen durante más tiempo el terreno saturado de agua, por lo que los riegos han de ser más comedidos y distanciados.

Como norma general, en la fase de plantación y enraizamiento, es importante mantener el suelo ligeramente húmedo para fomentar el desarrollo de las raíces. Será recomendable regar los ajos de manera suave y regular, evitando el exceso de agua que pueda saturar el suelo.

A medida que los ajos comienzan a desarrollar su follaje, crecimiento vegetativo, es de vital importancia mantener un equilibrio adecuado de humedad en el suelo. Por lo general, se debe regar cada 5 a 7 días, ajustando la frecuencia según las condiciones climáticas. Si el suelo se siente seco al tacto, es hora de regar nuevamente.

Durante la etapa de formación de bulbos, es fundamental reducir gradualmente la cantidad de agua que se aplica al cultivo a través de los sistemas de riego. Esto ayuda a concentrar los sabores y a prevenir enfermedades relacionadas con el exceso de humedad. Regar cada 10 a 14 días suele ser suficiente durante esta fase, siempre monitoreando de cerca la humedad del suelo.

Debemos de tener en cuenta que a más riegos, más proliferan las malas hierbas, por lo que periódicamente, pasaremos la azada escardando de malas hierbas el espacio entre los ajos.

Si por motivos de sequía se le ha aplicado riego al cultivo, el momento adecuado para cortar el riego y dejar de aplicar agua es cuando las hojas comienzan a amarillear un poco por las puntas, dejando atrás el verde. En general, el riego se debe cortar tres  o cuatro semanas antes de que se vayan a recolectar los ajos, para que con el calor no se humedezcan demasiado al estar bajo tierra, concentrando así su sabor.  

Diferentes tipos de flor del ajo.

Una observación a tener en cuenta es que en cuanto la planta empiece a dar flor, se recomienda cortarla, ya que de lo contrario la planta impulsará todos los nutrientes hacia la flor, en detrimento del bulbo que se desarrollará más pequeño. Este brote de la flor es comestible y se puede consumir en ensaladas, de hecho, en muchas partes se considera una delicia.

Es aconsejable que a mediados de primavera (unos 20 días antes de su recolección y después de cortar la flor, si es aconsejable, procedamos a anudar los tallos, de este modo, la energía volverá a canalizarse en el bulbo lo que provocará que aumente el tamaño de las cabezas. Y cuando veamos que tres cuartas partes del follaje amarillean, será el momento de cosecharlos.

Saber cuándo recolectar los ajos es importante para recogerlos en el momento óptimo de maduración. Así mismo también es importante saber cómo recolectarlos para evitar que sean dañados.

Para comenzar debemos saber, como he dicho anteriormente, que la fecha más frecuente de plantación de los ajos es en otoño, desde octubre hasta finales de diciembre, y los meses de recolección del cultivo de los ajos se dan en los meses de mayo y junio, cuando las hojas se han marchitado.

Hacia finales de mayo o junio, de acuerdo con la fecha de siembra los riegos y la climatología, pero ya en días muy secos para que el bulbo desprenda la tierra sin dificultad, se recoge la cosecha. Como las raíces son someras los ajos se arrancan con cierta facilidad tirando del tallo, o dando un golpe de azadón, lo habitual es dejarlos, unos dos o tres días, todos ellos extendidos sobre el propio suelo que se han criado, para que el sol termine de secarlos. Posteriormente o bien se guardan colgados en manojos, o se hacen “ristras”, quizá la mejor forma de conservarlos, o bien se les corta el tallo y se guardan a granel, de todas la peor forma de conservarlos.

Para que el ajo mantenga su sabor, textura y propiedades nutritivas durante el mayor tiempo posible, debemos conservarlo en las mejores condiciones posibles. Esto nos ayudará a obtener los mejores beneficios y propiedades, ya que son muchas las ventajas de este alimento. Por lo tanto para su conservación deberemos de:

·      Evitar mantener los ajos en zonas húmedas y mucho menos en el frigorífico. Esto lo que hace es reblandecerlos y propiciar que se pudran con más rapidez, así que termina con la tradicional forma de conservar ajos en el cajón de las verduras de tu frigorífico.

·      Busca siempre un sitio oscuro y seco para guardar tus ajos, estas son las condiciones esenciales que necesitan para conservarse de forma correcta. Verás cómo te duran mucho más sin pudrirse y además conservarán todas sus propiedades.

·      Puedes usar un conservador de ajos. Estos recipientes, creados de forma especial para mantener la calidad del ajo, son la mejor opción para conservarlos adecuadamente. Consiste en un pequeño tarro de cerámica con agujeros que permite mantener el ajo seco y oscuro, pero conservados con algo de aire para que no se sequen.

·    Si quieres crearte tu propio conservador, busca una bolsa de papel. Pon dentro los ajos, ciérrala y mantenla siempre en un sitio seco.

·    Cuando los ajos tengan manchas negras, tíralos. Significa que el ajo está mohoso y es perjudicial para la salud.

Por lo tanto, conservar los ajos no solo es práctico, sino que también maximiza su versatilidad y beneficios en el hogar.

Además de saber cómo y cuándo se siembran los ajos, hay algunas curiosidades que debemos conocer para optimizar su desarrollo en nuestro cultivo.

Por ejemplo, las asociaciones, las incompatibilidades y las rotaciones. El ajo es un tipo de hortaliza que por el tipo de hojas que tiene, no puede competir por la luz con las arvenses, un tipo de maleza que tiene que ser removida por desbroce antes de plantar el ajo.

En cuanto a las rotaciones, son buenos precedentes las patatas, las judías, las espinacas y los cereales. Por el contrario, no se deben plantar en tierras donde se acaben de cosechar puerros o cebollas.

Las asociaciones más aconsejables son las fresas, los árboles frutales y las lechugas. Sin embargo, las patatas, las coles y las alcachofas son malas compañías para los ajos.

En conclusión, saber cuándo se riegan los ajos es esencial para el éxito de su cultivo. Siguiendo estas pautas de frecuencia y técnica de riego, podremos garantizarnos un crecimiento saludable de los ajos y una cosecha abundante. Es recomendable la adaptación de la frecuencia de riego según las condiciones específicas de nuestro huerto, estando siempre atentos a cualquier señal de estrés hídrico en las plantas.

Conociendo a qué distancia se siembra el ajo, el tipo de suelo que precisa y otros secretos sobre este cultivo, conseguiremos sin problema una productiva cosecha para todo el año.

Frase del día:

No podrás nadar hacia nuevos horizontes si no tienes el valor de perder de vista la costa. ”

miércoles, 6 de noviembre de 2024

El huerto de invierno

¡Octubre no es el fin de la temporada para nuestros cultivos! Incluso en invierno, nuestro huerto puede seguir ofreciéndonos productos increíbles. Muchas coles, tubérculos y algunas lechugas prefieren el clima fresco y, a veces, saben mejor cuando han estado expuestos al frío, ¡incluso con temperaturas bajo cero!

Pero… ¿Por qué este cambio en el sabor? Simplemente porque las heladas activan procesos en algunas plantas que convierten el almidón en azúcar, lo que mejora su sabor. Además, el frío constante sin heladas también contribuye a un sabor más delicioso. Cuando la planta reduce su metabolismo, el azúcar y los sabores se concentran más en remolachas, tubérculos y hojas, sin que la planta los procese más.

Para el huerto tradicional, el otoño supone el final de una temporada, la de los abundantes frutos del verano, y el principio de otra marcada por el frío. El otoño es una estación con un clima muy variable, que puede ir desde días casi veraniegos hasta noches bajo cero.

Se acerca el invierno y, con él, el frío. En esta estación, que se caracteriza además de por el frío, por días cortos y noches largas, puede que nos resulte complicado cultivar en nuestro huerto debido a las condiciones climáticas. Las heladas que se pueden llegar a producir por el frío intenso de algunas zonas, pueden resultar devastadoras para nuestro huerto, pero aunque no llegue a helar, deberemos dedicarle unos cuidados especiales.

Si no disponemos de un huerto lo suficientemente amplio deberemos de proporcionar un espacio a los cultivos de invierno que vamos a cultivar. Empezaremos, como de costumbre, retirando los cultivos que tengamos a medida que se van agotando. Así mismo procederemos a la limpieza del terreno de las posibles malas hierbas. Posteriormente removeremos la tierra para airearla.

Bancal de invierno labrado.

Bancal de invierno ya plantado.

Una de las ventajas de sembrar verduras en esta estación es que requieren menos cuidados que en verano. Gracias a que el agua tarda más tiempo en evaporarse, se necesita poco riego, en algunos casos bastará con una o dos veces a la semana, por lo que el ahorro en agua es bastante significativo. Otro punto a favor es que como la temperatura es baja, hay menos riesgo de plagas de insectos y la tierra no sufre tantos daños.

Pero no todo son buenas noticias. Una de las desventajas a la que se enfrenta este tipo de plantación es que necesita días cálidos o una mayor exposición solar para crecer en condiciones favorables.

Los cultivos de invierno, además de proporcionarnos verduras frescas durante los meses más fríos, tienen varios beneficios para nuestro huerto:

·    Mejora la salud del suelo: Los cultivos de cobertura, como las leguminosas, pueden fijar nitrógeno en el suelo.

·       Disminución de plagas y enfermedades: El frío controla naturalmente muchas plagas.

·           Disminución en la frecuencia de los riegos.

·       Diversificación en nuestra dieta: Los cultivos de invierno pueden añadir una nueva dimensión a nuestra alimentación.

Cultivar en invierno puede parecer desafiante al principio, pero los resultados, tanto en términos de productos como de satisfacción personal, son inmensamente gratificantes.

Como he dicho anteriormente el riego, en esta época, resulta obvio que la zona en la que nos encontremos determinará mayormente la frecuencia de riego necesario. Así, en las zonas del norte, y dadas las elevadas precipitaciones, es posible que no solo la frecuencia de riego centre nuestra atención, y tengamos que dedicar parte de nuestro esfuerzo a vigilar el drenaje de la tierra.

Por el contrario, en territorios menos fríos y más secos, sí que deberemos estar más atentos al tema del riego, si bien es cierto que la frecuencia y volumen de los aportes de agua necesarios, lógicamente, son bastante menores que los necesarios durante el resto del año.

El horario de riego es algo a tener también en cuenta, y en esta época del año conviene que sea a mediodía, ya que es a esa hora del día cuando existen menos riesgos de heladas.

Aunque es cierto que las bajas temperaturas reducen la actividad de las plagas, siempre podemos encontrarnos con algunas plagas más resistentes, las cuales pueden seguir siendo un problema, tales como:

·      Pulgones: Incluso en invierno, pueden encontrar el calor necesario en el invernadero o bajo cubiertas de plástico.

·      Hongos: La humedad excesiva y la mala circulación del aire favorecen su aparición.

·      La prevención es clave: deberemos asegurarnos de que nuestras plantas estén bien espaciadas para una buena circulación del aire, actuando rápidamente ante los primeros signos de infestación.

Y, ¿Que plantamos en nuestro huerto de invierno? Las "verduras de invierno" incluyen variedades resistentes como coles, tubérculos y hortalizas de raíz, además de lechugas que también pueden cultivarse y cosecharse en la temporada primaveral.

En nuestro huerto podemos cultivar una amplia variedad de cultivos de invierno sin muchas restricciones. Como siempre, es importante asegurarnos de que las verduras tengan suficiente espacio y nutrientes, y que se complementen bien con sus vecinas.

El primer aspecto a tener en cuenta a la hora de cultivar verduras de invierno es saber qué tipo de alimentos se plantarán. Algunos como la col, puerros, habas o lechugas son buenas opciones, ya que en esta fecha se desarrollan sin inconvenientes. Los expertos aconsejan que se siembre en lugares soleados para que agarren con fuerza y estén sanos.

La siembra puede iniciarse a partir de septiembre, no obstante aquí os dejo una pequeña lista de algunas verduras y hortalizas que se pueden cultivar en esta época, así como algunos consejos que os pueden servir de ayuda al cultivarlas:

Puerros y Coliflores.


 

 

Berzas de invierno.

Col: Tiene numerosas opciones para ser plantada en los meses más fríos, puesto que aguantan muy bien las heladas. Un aspecto a tener en cuenta antes de cosecharla es escoger una variedad que resista a las temperaturas frías.

Coliflor: Este tipo de alimento guarda muchas similitudes con la col; aguanta muy bien los grados bajo cero. Si se desea tener una buena cosecha, se debe preparar correctamente el terreno, ya que esta planta necesita muchos nutrientes para poder crecer.

Guisantes: se siembran de octubre a diciembre, o de febrero a mayo, empieza a dar frutos cerca de dos meses después de la siembra y como observación, decir que crece mejor en zonas húmedas pese a que también le gusta el sol. El riego deberá ser más o menos frecuente.

Acelgas: El cultivo de las acelgas se puede realizar durante todo el año. Entre sus beneficios destacan por contener mucha fibra y ser rica en vitaminas como la C, E y A.

Espinacas: Con un periodo de siembra bastante amplio, que va desde agosto a febrero, la siembra se puede llevar a cabo directamente a voleo, o en líneas y con aclareo posterior. La cosecha la obtendremos entre 2-3 meses después de la siembra. Tolera la sombra y la humedad, y su riego debe ser más o menos frecuente.

Lechuga: Sin duda la hortaliza más consumida, sobre todo si se vive en una zona con un clima templado. El tiempo de espera para que se desarrolle es entre 20 y 60 días.

Ajos: El ajo de invierno produce bulbos más grandes que los cultivados en primavera. El período idóneo para sembrar ajos suele ser de noviembre a febrero, en el hemisferio norte. Es un cultivo de ciclo largo que germina tímidamente en invierno, crece y engorda a lo largo de la primavera, y no se cosecha hasta finales de junio, tras haberse secado en tierra. Los ajos tiernos o ajetes son el mismo ajo pero cosechado durante la primavera, cuando todavía está tierno y antes de que engorde el bulbo.

Ajos.

Puerros.

Los ajos no requieren de condiciones o cuidados muy especiales durante su cultivo. Sólo necesitas unos dientes de ajo sanos y en buen estado.

Haz un pequeño surco en la tierra (de 3 a 6 cm de profundidad es suficiente) y coloca los dientes de ajo directamente en la tierra.  Asegúrate de que la punta del ajo queda orientada hacia el exterior (hacia arriba) porque de ahí es de donde brotará el tallo.

Deja una distancia entre ajo y ajo de unos 15 cm.

Es un cultivo que requiere luz, por lo tanto, ubícalos en una zona que reciban luz directa. Los ajos aguantan muy bien las temperaturas frías, así que no te preocupes mucho por las temperaturas bajas.

Lo más importante se podría decir que es controlar los riegos. De hecho, si los tienes cultivados en el exterior y reciben agua de lluvia no tendrás que regarlos, porque necesitan muy poca agua, tan poca como un riego o dos al mes.

Habas: Son plantas de desarrollo otoñal e invernal. Dependiendo del microclima, la época de siembra varía. Es importante una adecuada elección de la variedad y el respeto de su ciclo.

Por debajo de 0 ºC pierden la flor, iniciando el rebrote en cuanto se moderan las temperaturas.

Moderación con los riegos, sobre todo en la floración: Crecen de forma óptima con niveles de humedad constantes. El estado de tempero es ideal para ellas, por lo que intentaremos mantenerlo el mayor tiempo posible por medio de binados (escardas) o con acolchados. En floración debemos moderar el aporte de agua, pues el exceso provoca la caída de la flor. Es más importante conservar la humedad en la tierra que regar.

Para el proceso de siembra pondremos las semillas a remojo el día anterior. Se entierran 2 o 3 semillas a una profundidad de 4 o 5 cm, distanciando cada hoyo unos 30 o 40 cm. La distancia entre las filas ha de tener como mínimo 60 cm, distancia que aumentaremos según la humedad ambiental de la zona. A mayor separación entre filas, mejor aireación y menos riesgo de problemas criptogámicos. Procuraremos evitar excesiva densidad de plantas, incluso hay quien entre dos filas deja un pasillo de 80 cm para asegurarles una buena ventilación.

La cosecha es escalonada y puede prolongarse durante la primavera, teniendo cuidado al recolectar los frutos ya maduros con cuidado para no causar daños a la planta.

Esta es una buena planta para iniciarse en la obtención y conservación de nuestras propias semillas. Para ello, guardaremos la mejor mata de habas sin cosechar desde el principio y la dejaremos granar, después ataremos en hileras las habas para dejarlas secar al aire, que luego desharemos para guardar las semillas en botes bien cerrados hasta el cultivo del siguiente año.

En algunas zonas practican el despuntado de las ramas a partir de la sexta o séptima flor. Esta poda provoca un aumento del tamaño de las vainas y a la vez dificulta el desarrollo del pulgón negro.

Zanahoria: Es una de las hortalizas más comunes. Siendo su época de siembra de octubre a febrero, hay variedades que se siembran durante todo el año. La siembra se puede realizar a voleo o en líneas, y su recolección llegará a los 4-5 meses desde la siembra. Respecto a la exposición solar, no tiene preferencias, desarrollándose bien tanto al sol como a la sombra. Y en lo que al riego se refiere es aconsejable que sea más o menos frecuente y regular.

Cebollas: Se pueden plantar en septiembre y octubre para cosecharlos desde finales del invierno. Los calçots se consiguen sembrando bulbos maduros de cebolla ‘Blanca grande tardía de Lérida’.

Aunque para cultivar un huerto de invierno la principal desventaja, en algunas zonas, sea la necesidad de un invernadero por la inversión que supone, son una opción perfecta para iniciarse en la siembra y sacarle la máxima rentabilidad posible.

Por otra parte, es una alternativa excelente para personas veganas, vegetarianas o celíacas, puesto que se conoce todo el proceso total desde que se planta el alimento hasta que se consume.

Frase del día:

Tiene más el que está más contento con menos.” Diógenes.

martes, 12 de enero de 2021

Comenzamos con los Ajos

Sabias que, en el antiguo Egipto, el valor del ajo llegó a ser extremadamente alto debido a la creencia de que fortalecía considerablemente la salud de los esclavos que construían las pirámides. De hecho, un esclavo llegó a valer tan sólo 7kg de ajo.

Alexander Fleming descubrió la penicilina en 1928 y sustituyó, en gran medida, al ajo como anti inflamatorio y antiséptico. Sin embargo, durante la IIª Guerra Mundial el ajo volvió a ser muy utilizado debido a la incapacidad de cubrir la demanda de antibióticos que había. De hecho, los rusos llamaban al ajo “la penicilina rusa”.

Tener ajo en nuestra casa es lo ideal si lo usamos mucho, esta planta es poderosa para nuestra salud y deliciosa para dar sabor a nuestros platos.

Los ajos, para su cultivo, requieren buenos niveles de nitrógeno en la tierra, por lo que tener abono orgánico de buena calidad será imperativo.

Así mismo, los ajos necesitan sol. Por lo que su ubicación la efectuaremos en zonas que tengan bastante luz solar a lo largo del día.

En los terrenos más secos colocaremos la simiente (los dientes) en el fondo del surco y en los húmedos, sobre el caballón (formando una fila en la cumbre) o una a cada lado del mismo (tresbolillo, este puede ser doble). La profundidad de siembra es de 3-5 cm, siempre con la punta hacia arriba. Cada diente se coloca a 10-12 cm del otro. Además, la distancia entre filas debe ser de 25 cm, como mínimo, para asegurar una aireación suficiente y evitar problemas de hongos.

La tradición es plantar los ajos en luna menguante.

Ahora bien, si lo que queremos cultivar son ajos tiernos, podemos plantar la cabeza entera, sin eliminar de ella las pieles protectoras de la cabeza de ajo. Las pondremos a un palmo de distancia unas de otras. Algunos agricultores plantan la cabeza dejándola a la vista, semienterrada, tapándola cuando han crecido algo las primeras hojas, con un aporcado ligero. Otra forma sería desgranar la cabeza del ajo y plantar los dientes, pero a una distancia muy inferior que la usada para la plantación de ajo normal (4 ó 5 cm.)

La recolección se hace prematuramente, sin esperar a que se inicie la formación del bulbo. Es más, un ajo tierno que haya iniciado la bulbificación habrá perdido calidad como tal.

Con datos numéricos, el ajo resiste temperaturas de hasta -10º C, en estado vegetativo, por su condición de planta rústica.  Si está en fase de crecimiento vegetativo, soporta un poco menos, temperaturas de hasta -5ºC.

A pesar de estas temperaturas tan bajas, al ajo le sienta mal las heladas tardías.

Si no hay “tempero ó sazón”, será conveniente efectuar un riego antes de proceder con la plantación, y posteriormente, una vez efectuada la plantación, volveremos a regar si observamos que la tierra se seca. Si la primavera es lluviosa, se comportará como un cultivo de secano hasta abril, fechas en las que debido a las mayores temperaturas será necesario dar un segundo riego, y tal vez otro en mayo. El ajo tiende a pudrirse fácilmente, por lo que, el riego debe ser de moderado a escaso en caso de lluvias.

El ajo es una hortaliza que, por la estructura de sus hojas, no compite bien con las adventicias por la luz, por lo que es recomendable hacer desbroces o binados de manera que las líneas de cultivo permanezcan limpias de hierba durante el cultivo.

A principios o mediados de primavera van a salir unos tallos con una flor. Si dejamos que la flor crezca, el ajo va a movilizar todos los nutrientes hacia la misma y “descuidará” el tamaño del bulbo por lo que, procederemos a cortarla. Entonces, con una mano sujetamos firmemente el tallo del ajo, para evitar que se desprenda del suelo y con la otra tiramos del tallo floral y éste último se va a romper.

Cuando las hojas han alcanzado una buena altura es hora de anudarlas ya que, necesitamos que las hojas se sequen y empiecen a movilizar nutrientes hacia el bulbo para que se desarrolle bien. Atado de los ajos  La técnica consiste, básicamente, en hacer un nudo común y corriente en la base del tallo. Es importante efectuar esta labor cuando el tallo no esté húmedo, ya sea por lluvia o riego.

La recolección la efectuaremos a las dos semanas de haber anudado el ajo, cuando se empiece a secar el tallo, esta la efectuaremos procurando no dañar la cabeza.

Posteriormente quitaremos las raíces y hojas podridas y los dejamos secando al sol durante dos días para evitar que se pudran más adelante.

No obstante, la novedad siempre llama nuestra atención, y cuando un alimento sufre un cambio tan radical como pasar de blanco al negro, su popularidad puede dispararse. Hablamos del AJO NEGRO.

El ajo negro, a diferencia de lo que muchas personas piensan, no es un nuevo cultivo o una nueva variedad de ajo; si no que es el ajo común que ha fermentado en determinadas condiciones de humedad y temperatura, durante un largo período de tiempo, es lo más parecido al “umami”, (ese nuevo quinto sabor de las cosas “sabor delicioso” que se une a los sabores dulce, salado ácido y amargo). De hecho este término, como no podría ser de otra manera, proviene de Japón.

Esta fermentación se obtiene colocando las cabezas de ajo en bandejas dentro de cámaras estancas. Ahí se mantienen a una temperatura y humedad constante, durante un periodo aproximado de 30 días. Después se sacan de las cámaras y se les deja oxidar en salas acondicionadas durante otros 45 días. Es en este proceso cuando el ajo empieza a cambiar su aspecto y color hasta transformarse en un ajo negro.

Lo más interesante del ajo negro es que adquiere con la maduración una serie de propiedades que no se encuentran en otros alimentos. Todo este proceso se elabora sin añadir ningún aditivo, por lo tanto su mutación es totalmente natural.

Pero lo que realmente diferencia al ajo negro del blanco, más allá de su textura y sabor, es su mayor riqueza antioxidante.

El sabor del ajo negro es mucho más suave y dulce que el del ajo blanco, además huele mucho menos y por lo tanto desaparece el mal aliento. Es más fácil de digerir y no repite. Lo ideal es tomarlo crudo, porque con la cocina se van perdiendo sus excepcionales propiedades.

Pese a su color oscuro carbonizado, a diferencia del típico color amarillento o blanco, su textura es gelatinosa y blanda en lugar de duro.

Además presenta mayor concentración de propiedades beneficiosas para nuestra salud en comparación  al ajo común.

Si de algo no cabe la menor duda es de los numerosos beneficios del ajo negro, entre los que podemos destacar:

·      Disminuye las tasas de colesterol  y triglicéridos en sangre.

·      Regula la presión arterial y previene la hipertensión.

·      Ayuda a mejorar la circulación.

·      Un mayor poder antioxidante (hasta diez veces) que el ajo común.

·      Contiene cerca de 7 veces más cantidad de polifenoles que el ajo común.

·      Su increíble carácter antibiótico.

·      Ayuda con problemas respiratorios como el asma.

·      Es un potente antiinflamatorio a todos los niveles.

·      Rico en vitamina C y proteínas.

·      Ayuda en los procesos digestivos y en el tránsito intestinal.

·      Es fuente de proteínas y colágeno.

·      Tiene propiedades diuréticas.


Para la transformación del ajo común  a ajo negro, procederemos de la siguiente manera:

·      Es necesario partir de una o varias cabezas de ajo común o morado crudo.

·      A continuación, se le debe limpiar la parte exterior de las cabezas de ajo, con cuidado de que los dientes del ajo no se desgranen.

·      Se colocan las cabezas de ajo, en un recipiente totalmente hermético y con algo de humedad.

·      El ajo negro necesita fermentar a más de 60 grados centígrados durante un período de 30 días, por lo que para hacerlo en casa se antoja un poco complicado, es recomendable utilizar un fermentador de ajo negro, especie de olla programable, capaz de mantener durante largos períodos de tiempo una temperatura constante

·     Pasados esos treinta días, los ajos habrán caramelizado obteniendo, casi en su totalidad, su característico color negro,  se sacan y se dejan reposar en lugares con alto porcentaje de humedad unos 45 días más, para que así puedan adquirir su proceso de oxidación por completo.

Por lo tanto, como las características más destacables del ajo negro podemos mencionar:

Su olor, este es afrutado muy agradable y parecido al del vinagre balsámico, que a pesar de que haya sufrido un proceso de fermentación no huele a putrefacción.

Su textura, esta es ligera, muy tierna y untuosa.

Su sabor, este es intenso, dulce y con un ligero toque ácido; a algunas personas les recuerda al regaliz. Se puede decir que tiene un sabor algo balsámico.

Su color, este cambia a un marrón pálido, pudiendo llegar al oscuro.

Y como no podía faltar, una exquisita receta confeccionada con ajo negro: Salsa all i oli de ajo negro.

Ingredientes:

  • 10 gr de aceite de oliva
  •   2 dientes de ajo negro
  •  1 huevo mediano
  •  Sal
  •  2 bolsitas de tinta de sepia o calamar (8 gr)

Para su confección diluiremos la tinta de calamar en un poco de agua, la pondremos al fuego hasta que hierva, posteriormente la dejaremos enfriar para su uso posterior.

En la batidora añadimos la yema de huevo, la tinta diluida, un poco de sal y los dos dientes de ajo, batiendo hasta que se deshaga el ajo.

Una vez finalizado este proceso añadimos el aceite, poco a poco, removiendo el preparado hasta que emulsione la salsa.

Parece que al Jazmín le ha sentado bien la climatología que hemos tenido últimamente, ya veremos la evolución con los fríos, e incluso heladas, que inevitablemente padeceremos en los próximos días.

 

Frase del día:

El que ha osado volar como los pájaros, una cosa más debe aprender: a caer