Achira,
proviene del término quechua achuy, cuyo significado primario es “estornudo”.
Conduce a la idea de “transportar algo
entre los dientes o con la boca” y de aquí al concepto de lo que el alma
humana emite o expresa con espontaneidad. Por lo que achira es la palabra, el
cuento, la historia, el relato que se comparte.
De origen sudamericano, los arqueólogos han demostrado
que se cultivaba en Perú hace 4.500 años.
Esta
planta perenne pertenece a la familia de las Cannáceas. Su nombre científico es
Canna Indica.
Es
una herbácea vivaz, de rizoma grueso, carnoso y ramificado de hasta 20x15 cm.
La altura que puede alcanzar es variable: las hay altas y otras bajas y
compactas; algunos ejemplares sobrepasan los 2 m.
Las
hojas, muy decorativas, son envainadas, alternas, lanceoladas y lisas. Algunas
variedades tienen follaje verde y otras son de hojas cobrizas.
La
achira se puede cultivar desde el nivel del mar hasta los 2.700 metros de
altitud, pero prefiere los climas montañosos tropicales o subtropicales
templados, y entre los 1.000 y 2.000 metros de altitud; le gusta el sol, decae
con los fríos y no tolera bien las heladas.
Prefiere el suelo suelto, fértil y bien drenado, en su ambiente natural
suele crecer a orillas de los ríos, de modo que requiere un riego frecuente y
abundante, especialmente en verano.
En
Europa es mayormente empleada como planta ornamental en jardines, mientras que
en Latinoamérica se cultiva principalmente por sus cormos o rizomas, que son de
importancia para la alimentación humana y la agroindustria.
Tiene
flores grandes, sésiles, bracteadas y compuestas, muy llamativas por su aspecto
tropical y sus colores: rojo, rosado, anaranjado o amarillo, generalmente
combinados, como manchas.
Los
cormos de la achira se comen
también asados o cocidos. En decocción las raíces se usan como diurético y las
hojas como cicatrizante; el jugo de estas como antiséptico. Las hojas recién
cortadas se usaban y, probablemente, todavía se usan para ponerlas sobre las
quemaduras para refrescar y disipar el calor de la piel quemada.
El
período de plantación comprende desde finales del primer mes primaveral hasta
finalizar el periodo de heladas. Para su plantación efectuaremos un hoyo de
unos 30 cm de profundidad, enterrando el rizoma y dejando la parte superior del
mismo a 5 cm de profundidad.
La Achira también puede
reproducirse a partir de semillas. Estas se encuentran en
cápsulas grandes y duras que deben remojarse durante 24 horas en agua tibia.
Una vez remojadas, córtalas ligeramente, en su extremo, con un cuchillo para favorecer
la germinación y que esta sea más rápida. Siémbralas a 1.5 cm de profundidad en
una maceta de unos 20 cm de diámetro con compost y mantenlas a 24 °C. Mantén el
compost húmedo y en un sitio umbrío. La germinación es lenta pudiendo durar
hasta cuatro meses.
Con respecto al riego, como hemos dicho anteriormente, requiere un riego frecuente y
abundante, especialmente en verano, disminuyendo este a finales
de otoño. Incrementaremos la cantidad de agua de riego, gradualmente, al
momento de la floración, que se inicia en verano.
En cuanto a la poda,
si su fin es ornamental, no es necesario el podarla, pero se recomienda eliminar
las flores secas para estimular una nueva floración. A finales de invierno,
cuando ya no hay heladas, es la época cuando procederemos a realizar esta poda a una baja altura.
En otro orden de cosas, con respecto a la Villa, en
unos días estará florecida toda la parra virgen, que cubre toda la pared del
huerto, con lo cual facilitaré el trabajo a las abejas, al encontrarse la
colmena a escasos metros de distancia, incrementándose también, posiblemente,
la polinización en el huerto.
Frase del día:
“❀ Tener la
conciencia limpia es síntoma de mala memoria.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar