¡Qué lejos están los cuidados que los humanos proporcionamos a la colmena, de la forma de criar que tiene la naturaleza!
Las colmenas están aparentemente bien pero, de pronto, empiezan a perder individuos y al final sólo quedan unos pocos que hacen inviable la colmena. Lo llamativo es que, al contrario de lo que ocurre con otras enfermedades, ahora no queda ni rastro de las abejas muertas. Salen un día y ya no vuelven.
Desde el otoño de 2004 apicultores de todo el mundo comienzan a alertar de pérdidas masivas de abejas en sus colmenas. Entre un 30 y 90% de las abejas adultas desaparecen, quedando únicamente la reina y las crías. Ni rastro del resto de la colonia, no hay cadáveres, ni abejas enfermas; simplemente, se desvanecen.
El fenómeno se denomina “síndrome del colapso de la colmena” (CCD), consistente en el abandono, por parte de las abejas obreras, de sus “casas”, puede parecer sencillo y localizado; no obstante, podría tener un espectro de acción muy amplio y poner en peligro el porvenir de muchas especies en el planeta.
El ciclo de la abeja comienza cuando la reina coloca los huevos en las celdillas del panal de cera. A los tres días de la puesta del huevo en la celdilla, este se transforma en larva. Estos primeros 9 días la celda estará destapada.
Una vez las abejas nodrizas alimenten a las larvas, tapan la celdilla y comienza a realizarse la metamorfosis durante 12 días, transformándose la larva en pupa y posteriormente en adulto.
La nueva abeja se ayuda de sus mandíbulas y patas para retirar el opérculo (tapadera) de la celdilla y poder salir. Durante los primeros 21 días limpian la colmena, cuidan de los huevos y alimentan a las larvas y a la reina. Tras este periodo se atrofia la glándula de la jalea real y se comienzan a desarrollar las glándulas cereras.
La abeja empieza a construir panales y a almacenar la miel y el polen. Antes de salir al exterior, las abejas tendrán la misión de ventilar, vigilar y defender la colmena.
La edad con la que la abeja abandona la colmena, en busca de alimento, es variable dependiendo, entre otras, cosas de las necesidades de la colmena. La abeja vivirá de 6 a 8 semanas en primavera y sin embargo puede durar de 3 a 4 meses en invierno debido a que la actividad de la colmena es menor, permaneciendo más tiempo en el interior de la colmena, calentando a la cría.
Si se presentan enfermedades, además de las enfermedades causadas por patógenos como ácaros, bacterias, hongos y virus, se halla el uso de pesticidas, las abejas reducen su adecuación, es decir, mueren antes, y esto parece ser sólo una de las causas del colapso de la colmena.
Un dato curioso es que, en el polen y en las colmenas, se han encontrado, en tasas muy altas, restos de pesticidas; es decir, las abejas se contaminan directamente de esos productos químicos y los llevan a las colmenas.
La causa o causas de este colapso no se comprenden bien. Diversos especialistas en la materia lo han atribuido desde a factores bióticos como los ácaros de la Varroa, un ácaro que afecta al sistema inmunitario de larvas y abejas adultas disparando su mortandad, a las enfermedades propias de las abejas, al estrés por cambios ambientales o a los pesticidas y el uso indiscriminado de agroquímicos en el campo. Ahora bien también sufren a la avispa asiática, el hongo nosema ceranae y el estrés provocado por las consecuencias del cambio climático.
Como hemos dicho, esta enfermedad, afecta a las abejas tanto en su estado larval, su estado de pupa o en estado adulto viviendo en estado forético (la foresis es un término utilizado para describir a aquellos organismos que utilizan a otros seres vivos de diferentes especies para lograr transportarse) Esta plaga se multiplica rápidamente. El ácaro de la varroa llegó a España en 1985 y su expansión fue devastadora, arrasó con casi todas las colonias silvestres del país.
Sobre el tórax se puede observar una hembra inmadura de este parásito de las abejas de la miel. Este ácaro es el responsable de la mayor crisis sanitaria de la apicultura.
En su detección se pueden observar pinchazos en el opérculo, o pupas que están destapadas o solo parcialmente tapadas y con un aspecto poco saludable. A menudo se combina con manchas blancas de heces de ácaros que quedan en las celdas de cría vacías donde se reprodujo el parásito Varroa.
Otros síntomas de la muerte de las abejas, inducida por Varroa, son las colmenas que contienen abejas muertas con alas deformes y / o abdómenes encogidos, y suelos cubiertos de ácaros.
Como tratamiento para esta enfermedad podemos utilizar el compuesto químico orgánico que se encuentra en la naturaleza en las frutas, en algunas plantas y hasta la miel puede contener pequeñas cantidades de este acido.
Se trata del ácido Oxálico y tiene un grado de eficacia contra la varroa excelente. Para el tratamiento de las colmenas este acido se debe mezclar con agua y azúcar. Es muy efectivo cuando se trata en invierno siendo un tratamiento económico.
Uno de los métodos para curar las colmenas es vaporizando el jarabe, así se minimizan los riesgos de ingestión por parte de las abejas sin necesidad de destapar las colmenas, pudiéndose aplicar por la piquera de la misma.
Otra forma de tratamiento es por goteo en la aplicación del ácido oxálico, se revela como comparable al obtenido por vaporización. Utilizaremos una solución con una parte de ácido oxálico deshidratado, 10 de agua y también 10 partes de azúcar.
Esparciremos 5 ml de esta solución, dejándola correr por el lomo de los cuadros ocupados, podemos servirnos para ello de una jeringa. Para una colonia débil se necesita aproximadamente 30 ml, para una media 40 y para una colonia fuerte 50 ml de solución. Los tratamientos deben efectuarse con temperatura superior a 5°C y la solución "calentada" antes de su utilización.
También podremos realizar este tratamiento utilizando un pulverizador, levantar los marcos uno a uno y pulverizar los mismos con las abejas por ambos lados con el producto. Cuanto más uniformemente este distribuido esté producto, más eficaz será el tratamiento.
Las abejas son una pieza central e imprescindible en nuestro mundo: las necesitamos para poder producir y mantener los ecosistemas que nos rodean. Sin ellas no sabemos cómo cambiaría el mundo, pero tenemos claro que el impacto sería devastador.
Ahora imaginemos que comenzamos a perder más y más abejas, hasta casi perderlas por completo, ¿cómo cambiaría el mundo? Como decíamos, las consecuencias serían negativas desde cualquier punto de vista. Por ejemplo, si tenemos en cuenta que de cien de las especies que proporcionan el 90% de los alimentos que consumimos, setenta y una son polinizadas por las abejas, esto nos da una aterradora idea.
Según un reciente estudio, que continúa la línea de investigación iniciada hace mucho tiempo, uno de los protagonistas de este fenómeno es un insecticida conocido como neonicotinoides.
Según este estudio, el insecticida no sólo produce la muerte instantánea de estos voladores. En realidad, su efecto es mucho más lento y destructivo pues provoca que la colonia se debilite, creando más susceptibilidad a las enfermedades: los hongos, los parásitos o, incluso, otras sustancias químicas afectan más fácilmente a la colmena. A medida que se van perdiendo obreras, la colmena se vuelve más y más débil.
Aunque el enjambre puede desaparecer de un día para otro, el proceso comienza mucho antes: “Las abejas entran en la colmena al llegar el invierno con el cuerpo impregnado de pesticidas, se intoxican y, con los primeros rayos primaverales, salen desorientadas y ya no encuentran el camino a casa y mueren”.
En primavera, los apicultores examinan el interior de las colmenas que están a su cargo y se topan con un misterio ecológico: En vez de hallar abejas hambrientas, deseosas de comenzar a volar por los alrededores para recolectar comida, las colmenas están vacías, y, a la inversa, los panales que deberían estar casi vacíos de miel después del largo invierno, están llenos. Por alguna razón, durante los meses más fríos del invierno, estas abejas deciden abandonar la colmena y no regresan a ella, falleciendo en el exterior.
No obstante existen otras causas que pueden afectar al abandono de la colmena por parte de las abejas, el fenómeno de la aparición de celdas reales sin que haya indicios de enjambrazón constituye la forma natural en que las abejas cambian su reina. No existe por lo tanto, intervención por parte del apicultor. En general, esta ocurre en la primavera, el verano o en los primeros meses de otoño.
El reemplazo natural de las reinas difiere de la enjambrazón en que el enjambre está asociado a la reproducción de la especie y durante el proceso de enjambrado, las abejas crían varias reinas y finalmente la reina antigua abandona la colmena con un enjambre. Cuando se produce un reemplazo natural de la reina nunca se forma una colonia nueva. Las reinas de reemplazo son la respuesta de las abejas a un desempeño deficiente de la reina y las crían por necesidad de supervivencia de la colmena, sin embargo las reinas de enjambrazón se crían por la necesidad de mantener la especie.
Las
abejas saben más acerca de la condición de su reina de lo que
nosotros podríamos saber jamás. Las abejas
determinan la validez, o no, de su reina a través de
una sustancia química especial llamada feromona
mandibular, que es producida por la reina mediante unas
glándulas alojadas, como su nombre indica, en la sección mandibular de su
cuerpo. Esta feromona se transmite a través del contacto con las
abejas que la limpian y la alimentan y, sucesivamente a las demás abejas de
la colonia al compartir el alimento.
La presencia de esta feromona inhibe la construcción de celdas reales, como así también el desarrollo de los ovarios de las obreras. Las abejas evalúan su reina basándose en los niveles de esta feromona. Cuando la cantidad percibida es insuficiente, las abejas comprenden que la reina no está realizando su trabajo adecuadamente. Consiguientemente se dedicarán a reemplazarla. Una reina joven presenta unos niveles de secreción de feromonas muy potente, y eso inhibe su reemplazo. A medida que envejezca presentará niveles hormonales cada vez más bajos y ello inducirá a las abejas a reemplazarla.
Una reina deficiente en una colmena, puede ser que ya sea vieja o que se haya fecundado con pocos zánganos, tal vez no tuvo una buena alimentación en su estado larvario… contribuye a generar un estrés en la colmena.
Durante la estación cálida del final de la primavera, cuando una reina es deficiente y comienza a volverse infértil, las abejas a menudo la reemplazarán por otra con éxito.
Las nuevas reinas criadas durante los fríos meses de invierno, sin embargo, no pueden ir en vuelos de apareamiento con los zánganos, pues no existen en esa época.
Esto condena a la colonia a criar abejas sólo de huevos infértiles y convertirse en colmena zanganera, destinada a disminuir su población y morir a medida que las viejas abejas obreras fallezcan.
Una colonia con una reina deficiente se mantiene siempre débil y con muy poca capacidad para defenderse de los depredadores, con frecuencia cargada de polen en exceso en los panales o miel cerca del nido que no es retirada por las abejas para dar lugar a la postura de la reina.
Una reina deficiente libera menos feromonas y la falta de feromonas indica a los enemigos que esa colonia es débil, con pocas defensas, hace que los depredadores estén al asecho, (polilla, algunas hormigas, incluso las abejas para robar o saquear).
En otro estudio realizado, y es otra posible causa de la desaparición de las abejas en las colmenas, está el denominado “estrés de las colmenas.” En términos de medicina humana el estrés podría definirse como la alteración física o psíquica de un individuo por exigir a su cuerpo un rendimiento superior al normal.
En general se manifiesta por cambios de conducta, nerviosismo e inquietud. Pero para aplicarlo a las abejas es mejor definirlo como: estado próximo a la enfermedad que presenta un organismo o una de sus partes por haberles exigido un rendimiento muy superior al normal.
Es muy difícil que una colmena fuerte, bien atendida, con abundantes reservas, reina prolífica, relación optima de cría y abejas nodrizas, abundante espacio, buena ventilación y aireación, en la que las abejas estén cómodas, contraiga enfermedades.
Veamos algunas situaciones que pueden provocar estrés en nuestras abejas:
- Deficiente ventilación de la colmena: La temperatura de una colmena debe de oscilar entre los 35 y 36º C y la humedad, que debe de mantenerse constante, será del 80%. Estas condiciones ambientales las abejas las mantienen haciendo variar su conducta, dependiendo de la humedad y temperatura existente en la colmena, detectándola mediante unos sensores que tienen en sus antenas.
Si la temperatura de la colmena sigue en aumento, como las abejas liberan humedad y calor por la combustión de los alimentos, un grupo de ellas sale de la colmena colocándose debajo de la colmena para enfriarse. Si el calor continua, salen más abejas y comienzan a ventilar desde fuera de ella a toda la colmena. Con calores prolongados e intensos ventilan hasta por la noche.
En esta situación de gran esfuerzo las abejas se debilitan. Como deben concentrarse en ventilar y refrescar la colmena abandonan otras tareas muy importantes, como puede ser el control sobre los depredadores, parásitos y otros trabajos realizados por las abejas sanitarias.
Si a pesar del gran esfuerzo desplegado por la colonia no se logra bajar la temperatura la cría muere deshidratada, la reina corta la puesta, los panales se derriten y la colonia se paraliza.
Una colmena expuesta al sol, en lugares donde la ventilación es prácticamente nula por la presencia de malezas, hierbas altas, u otros obstáculos, no puede desarrollarse normalmente. Aunque no importa que estén expuestas al sol si disponen de doble techo, este puede estar pintado de blanco para refractar el calor, y una abertura superior a forma de chimenea. Puede ser una rendija entre la tapa y el alza.
- Abundancia de néctar acompañado de intenso calor: Alta humedad atmosférica, mala ventilación y aireación de la colmena y falta de espacio para colocar y procesar el néctar.
Cuando la entrada de néctar a la colmena es escasa, las abejas se vuelven peligrosas y algo agresivas, pero cuando la entrada de néctar es abundante, combinado con mucho calor, alta humedad atmosférica, poca ventilación del colmenar, mala aireación interna de la colmena y falta de espacio para colocar el néctar y procesarlo, se produce una sobrecarga de trabajo de día y de noche que agota a las abejas dejándolas prácticamente histéricas. Cuando las abejas están algo agresivas resulta muy peligroso manipular las colmenas en estas condiciones.
- Pocas nodrizas en el nido para tanta cría: Al fin del invierno las colmenas comienzan lentamente el incremento de la postura de sus reinas, manteniendo una relación equilibrada entre crías y abejas nodrizas, encargadas de alimentar las crías con jalea real.
Cuando el apicultor, en el afán de adelantar la producción de abejas, estimula la postura de la reina con jarabe diluido, las abejas nodrizas no son suficientes para atender a las nuevas crías teniendo que colaborar las abejas más viejas, que abandonan el pecoreo, (se llama pecoreo a la conducta de las abejas que recolectan polen y néctar de la flora apícola de un determinado lugar geográfico), para alimentar crías.
· Falta de agua con altas temperaturas: Otro elemento imprescindible para la supervivencia, a parte de los nutrientes, es el agua. Como ya hemos dicho, las abejas tienen en sus antenas unos termo receptores, termómetros, conectados a nervios, que se activan cuando la temperatura sube o baja y envían mensajes a los ganglios cerebrales que provocan determinados comportamientos (ventilación, agrupación, acarreo de agua...)
Si la temperatura sube las abejas salen a por agua, la vierten en pequeñas gotas en los panales y ventilan para que se evapore, esto “resta” calor y la temperatura baja a su nivel normal.
Al comienzo de la primavera es cuando comienza la cría, de ahí el trasiego de abejas que se aprecia en los sitios donde haya agua, ya que sin el agua la cría de abejas se paraliza.
· Falta de reservas de alimentos calóricos: Cuando las abejas tienen suficientes reservas mantienen un comportamiento relajado y no trabajan tanto en invierno, pero si dejamos a la colmena desprovista de reservas salen desesperadas a buscar alimentos, y si pueden, a robarle a otra colmena su reserva.
Es muy difícil que una colmena populosa, con mucho espacio y con suficientes reservas de miel y polen; se enferme. ¿Alimentar con miel o con jarabe? Mejor dejar reservas.
Las abejas, después de sobrevivir millones de años sin la necesidad de la ayuda del hombre, más bien defendiéndose de éste, lograron un sistema de auto inmunidad y se curan solas, hay que dejarlas hacer lo que ellas saben hacer y que, por cierto, lo hacen muy bien.
· Deficiente alimentación proteica: El polen provee a la colonia de abejas de toda la proteína necesaria para el desarrollo del cuerpo y su normal funcionamiento. Las abejas utilizan la proteína existente en el polen, fundamentalmente, para el desarrollo de los músculos, glándulas y demás tejidos corporales.
Cuando se da un periodo de bajo ingreso de polen con ingreso de néctar las abejas nodrizas no pueden desarrollar correctamente las glándulas hipo faríngeas y por lo tanto no pueden alimentar a las larvas con jalea real. En estos casos son las abejas viejas las que mueven proteínas de los cuerpos grasos a las glándulas hipo faríngeas y alimentan, temporalmente, a las crías.
Las abejas inician el consumo de polen a partir de las dos horas de nacer y tienen el máximo requerimiento a los 5 días para disminuir notablemente a los 8 a 10 días, suspendiendo, casi totalmente, a los 15 a 18 días, cuando se preparan para realizar las tareas fuera de la colmena.
La cantidad de polen consumido por la abeja nodriza depende de la época del año y de la cantidad de cría a alimentar. Los momentos de máximo consumo se dan al inicio del flujo de néctar cuando está muy desarrollado el nido de cría. La cantidad de polen que consume anualmente una colmena es variable pero oscila entre 20 y 50 Kg.
Es muy importante mantener a las abejas con alto contenido de proteína corporal al inicio de la mielada y, en casos de máxima exigencia, puede llegar a ser muy útil suplementar las colmenas con polen o sustitutos, a fin de mantener alto el nivel de proteínas corporales, ya que de ello depende la longevidad de las abejas y su futuro despegue primaveral.
· Colmenas mal diseñadas y mal ubicadas: Las abejas en la naturaleza eligen los lugares en el que asentarán su nido y no siempre concuerda con lo que nosotros creemos que es mejor para ellas.
Por lo tanto deberemos de prestar mucha atención a la hora de ubicar la colmena, teniendo en cuenta, sobre todo:
- Ubicar la colmena en la zona geopática correcta.
- Orientar correctamente los panales (N – S)
- Posicionar los panales según Housel.
- Celdillas muy grandes en la cera estampada.
- Mucho o poco espacio entre panales de cría.
Algo hay que influye en las colonias y que hace que las mismas prosperen en un lugar y en otro no. Hay alguna razón para que los enjambres prefieran la caja vacía y no una con panales labrados.
Dicen que en la naturaleza las abejas construyen los panales en sentido norte sur magnético y no de este a oeste como acostumbramos a colocar los apicultores.
Una celdilla de un panal del nido, de las colonias silvestres, suele medir alrededor de 4.9mm, lo que significa que las celdillas son significativamente más pequeñas que las que tienen la cera estampada.
La separación entre panales de cría, suele oscilar entre 3,3 cm y 3,4 cm de distancia entre sus ejes, y por lo general, en los cuadros que usamos suele ser de 3,6 cm.
Algunos apicultores sugieren utilizar 9 cuadros, en la cámara de cría, y sin embargo, respetando la distancia natural que tienen los panales, se pueden utilizar hasta 11 cuadros en la cámara de cría.
Michael Housel descubrió que hay una constante en la posición de la “Y” que se forma en el fondo de las celdillas de los panales. Todas las caras que miran hacia fuera tienen la “Y” con la abertura hacia arriba y las caras que miran hacia adentro las tienen en posición invertida “A”. La cera estampada respeta este principio observado por Housel y podemos ver que de un lado están con la “Y” hacia arriba y del otro para abajo. Michael Housel observó además que las colmenas salvajes labran al comienzo un panal central con las “Y” en ambas caras mirando hacia abajo.
Las colonias que no cumplen con esas condiciones que impone la naturaleza, que viven a contramano de las leyes naturales; son más agresivas, cambian a menudo su reina, o enjambran con más facilidad, se llenan de parásitos, y/o enfermedades. En una palabra, viven en un estado de estrés permanente.
Esto en parte explicaría por si solo el porqué una colonia que se instala a voluntad en el bosque no sufre de enfermedades y las colonias que nosotros cuidamos son muy propensas a tener parásitos o sufrir enfermedades.
Debido al afán que tiene el ser humano por la superación, a veces se olvida que las cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su lugar en la rueda de la vida, que cada vida tiene un rol a desempeñar y para poder cumplir con ese rol, necesita que se respete su forma de vida adaptada al medio, en el caso que nos ocupa, la vida de la colonia de abejas.
Por lo tanto la formación del apicultor es importantísima, debemos ser conscientes de que nuestro oficio o pasión es cuidar y criar abejas, y como a cualquier ser vivo debemos prestarles atención, favorecer su desarrollo natural y protegerlos de escenarios mortales que son evitables.
Frase del día:
" No importa quién seas, la mayoría de la gente más inteligente trabaja para otros. "